Soplando el cartucho

Llega el momento definitivo: colocas el cartucho, enciendes la consola, pero nada, no ocurre nada. Apagas, compruebas que está todo en orden, te levantas, vas hasta la tele, has cambiado el conmutador de la señal, sacas el conector y lo vuelves a poner, te sientas de nuevo, enciendes la consola y… nada.

No hay problema, queda la última bala, la solución definitiva, sacas el cartucho, te lo acercas a la boca y soplas como si no hubiese un mañana, como si tuvieses 256 años y quisieses apagar todas las velas de una vez mientras pides el deseo de vivir hasta los 512.

Y la magia sucede.

Sí, sí, ya sé que te dirán que es una leyenda urbana, que soplarle a los cartuchos nunca sirvió de un carajo y que seguramente hiciese más mal que bien, pero ¿sabes qué? Yo estuve allí. Yo sostuve con mis manos de prepuber cartuchos de Master Sytem, de Game Boy o de Super Nintendo que querían amargarme la tarde y dejarme sin jugar y no lo consiguieron porque soplé.

Y ahora podrán venirte diez mil expertos en bata a decirte que la saliva y los restos de gusanitos podían estropear el cartucho y generar un terrible portal interdimensional. Pues vale, lo que queráis, pero a mí me funcionaba.

Este es mi soplido. Una breve introducción para todo lo que está por venir. Esto se llama Retro Final Boss! porque necesitaba un nombre rimbombante (y porque no podía ponerle solo «Final Boss» porque estaba pillado por un estudio portugués). Dedicaré este espacio a hablar de los videojuegos porque me apasiona jugar, hablaré de aquellos a los que empecé a jugar (y sigo) en los 90 y en los primeros 2000, hablaré de los que estoy jugando ahora mismo y de los distintos aparatos en los que los juego.

Estoy muy metido en las consolas emuladoras chinas, pero también lo estoy de jugar cosillas indies, todas y cada una de las entregas de Dark Pictures o candidatos al GOTY. No le hago ascos a nada y lo mismo juego una aventura cozy para relajarme que le meto veinte horas seguidas a un MotoGP o más de cien a algún JRPG mal traducido.

Lo suyo es jugar y eso lo repetiré una y otra vez. Una de las peores experiencias que he tenido es que me dijesen cómo debía a jugar a un título o a otro. No, no, no y no. No caigamos en esas mierdas. Que cada una juegue como le dé la gana, esa debería ser la única regla, que nadie te diga que si utilizas la función de «viajar rápido» en Skyrim no estás disfrutando de verdad, que si solo juegas al Stardew Valley no eres gamer de verdad o que jugar en modo fácil es de débiles.

A la mierda todo eso. A la mierda lo gamer. A la mierda todos los guardianes de las esencias y, por encima de todo, a la mierda las notas y las valoraciones de los juegos. No creo en ponerle estrellitas a nada y mucho menos al arte ni a la cultura.

Los videojuegos son arte y son cultura. Aquí jamás verás una expresión numérica o unas estrellitas para valorar un juego, eso no va conmigo, prefiero analizar desde lo que sé de narrativa y desde mi propia experiencia que poner un número que solo refleja una subjetividad que no conduce a nada. Ponerle nota a las cosas solo habla de mí, jamás de la obra que lea, vea, escuche o juegue.

Nada más, de momento esto está súper vacío pero empezará a llenarse poco a poco. Espero que lo pasemos bien, que nos divirtamos probando juegos y que nunca perdamos las ganas de seguir jugando.

Coge el mando y pulsa START.

Consola retro
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Fernando Llor

Juega a lo que te dé la gana y como te dé la gana, pero juega.